Zona cero, la historia de un Santiago destruido por un terremoto y del que se han liberado unas bestias que marcan el fin del entorno que conocíamos, nos llega bajo el alero de Penguin Random House, con un relato futurista y simbolismos, pero con muchas partes de éste que bien podríamos haber visto o leído con anterioridad.
Esta vez, contrariamente a lo sucedido en emergencias anteriores, el corte no sería temporal… sería definitivo.
Hablar de Zona Cero implica hacer un reconocimiento de dos aspectos fundamentales: la originalidad que hay en lo antagónico, pero lo trillado de un argumento que es una constante en lo que refiere a la creación de contenido de ficción.
La historia nos muestra a Gabriel, un periodista que debe hacerse camino a través de una catástrofe para rescatar a su pareja, Sabine, quien momentos antes de que se desatara el cataclismo le da la noticia de que serán padres. Desde ese momento, el libro se transforma en el viaje que realiza para hallarla, al mismo tiempo que debe luchar para sobrevivir ante las criaturas sanguinarias que comienzan a multiplicarse.
La narración sigue un ritmo constante entre escapes y recorridos. En ese sentido, es un libro que se lee de forma rápida y permite la familiaridad con el lenguaje al utilizar expresiones chilenas, dándole un toque coherente y real a los diálogos a medida que vamos avanzando. Asimismo, hay cierta cercanía con los personajes que hacen lo que pueden para salir adelante, como una forma de reflejar lo que nosotros mismos haríamos en una situación como esa.
Por otra parte, la trama tiene algunos aciertos, pero puede ser reiterativo si lo observamos en relación con otras historias del género. Las sorpresas de la trama son pocas, ya que podemos adelantarnos a esto en algunas páginas, pero de igual forma, resulta interesante de leer cómo el autor decide mostrar estos hechos. Sin embargo, y en medio de una narración que raya lo fantástico, Villarroel se las ingenia para tocar temas importantes como la desigualdad, el suicidio, entre otros.
No obstante, el híbrido entre el vampiro y el zombie para dar paso a estas criaturas que amenazan el orden natural es una genialidad por parte del autor que, al principio, puede costar asimilarlo, pero una vez que se asienta en la imaginación del lector, funciona bastante bien y le otorga una personalidad única a la historia.
Además de ello, la atmósfera que logra crear en medio del desastre en el que se ha transformado Santiago, el autor consigue generar un ambiente de incertidumbre y recelo mientras avanzamos por las páginas y, en paralelo, por las calles de la capital, en un recorrido muy evocador de la ciudad.
El único consuelo era que si eso les molestaba a ellos, al menos también incomodaría a los chupasangres
Zona cero es un libro que podría ser poco común en la literatura chilena por las bestias que Gilberto Villarroel crea para encarnar los males de la sociedad y que transmite a los lectores en un mensaje simbólico que se lleva el peso de la historia. No obstante, el género y la premisa que utiliza es una que ya estamos más que acostumbrados, pero aún así logra lo que mínimamente todo libro pretende: entretener y hacer reflexionar.