Ser testigo de un hecho que nadie cree es más complicado de lo que Laura Blacklock alguna vez pensó. Esta es la premisa que nos trae La mujer del camarote 10, una novela con bases originales, pero que al final deja una sensación de que algo quedó al debe.
Estaba segura, casi del todo segura, de que era la mujer del camarote del número 10.
La historia gira en torno al viaje que debe ser Laura para escribir artículos y crear relaciones con los importantes pasajeros del Aurora Borealis para la revista en la que trabaja y la oportunidad de estar a bordo del elegante crucero es el medio para conseguir el asenso que desea. Pero las cosas se complican cuando es testigo de alguien ahogándose, pero cuando lo reporta nadie la cree y siente que está en peligro, como si fuera la siguiente en la lista de alguien.
Con evocaciones a La chica del tren, este libro forma parte de la tónica de muchos thrillers publicados en los últimos años que apunta a genera la duda de la misma veracidad de los hechos narrados por las protagonistas, por ejemplo, insinuando que no hay que creer todo puesto que se encuentran medicadas o beben en exceso. Como recurso puede funcionar en ciertas ocasiones, pero en el caso de La mujer del camarote 10, se siente demasiado forzado el plantar la duda en los lectores
Además, la protagonista se queda a medias, ya que es difícil empatizar con ella e incluso en ciertas partes donde la situación cobra sentido, resulta irreal que sea incapaz de ver las pistas, porque son evidentes. La autora se concentra tanto en darnos un protagonista dudosa que las líneas entre el suspenso de saber si lo que vio es verdad y lo habitual en que los personajes no perciban lo mismo que el lector cruza una línea poco favorecedora para el libro.
La trama que plantes la autora es buena, aunque ésta se concentra más en darnos un perfil muy psicológico de la protagonista en lugar de priorizar por más acción vinculada al desarrollo de los hechos.
Estructuralmente, tiene un arranque lento pero que se entenderá como la explicación del comportamiento y sus efectos en la protagonista. Sin embargo y a pesar del ritmo que coge hacia la mitad de éste, no logra ser suficiente y decae en un clímax que se ve venir y un final que ni siquiera se siente como tal ante su predictibilidad.
El ruido que me había despertado en plena madrugada. La sangre en la barandilla de vidrio. El cuerpo. El chapuzón.
La mujer del camarote 10 es una novela que tiene todo lo que un buen thriller puede necesitar, pero el desarrollo de éste queda a medias con una protagonista demasiado debilitada y una resolución que deja con una sensación insatisfecha ante sus trescientas páginas anteriores.