La nueva novela de Elizabeth Gilbert nos trae una historia original de los años 40 en torno a la promiscuidad y liberación sexual femenina con una ambientación impecable pero con un desarrollo que cae repeticiones, que nos trae una protagonista que puede resultar frívola e infantil pero a la que hemos de perdonar ante su juventud.
La juventud es un tesoro irremplazable y la única cosa respetable que puede hacerse con un tesoro irremplazable es derrocharlo. Así que haz lo correcto con tu juventud, Vivian: dilapídala.
Vivian Morris es una joven adinerada que tras resultar penúltima de su generación en una prestigiosa universidad al saltarse sus clases, es enviada a Nueva York con su tía Peg, la dueña del Lily Playhouse, un teatro que apenas se mantiene a flote y donde las reglas a las que Vivian está acostumbrada no forman parte de la escena. Junto al grupo de coristas del Lily, Vivian descubre aspectos de sí misma que no le son permitido explorar a las mujeres: su sexualidad.
Ante esto ya podemos advertir las principales fortalezas del libro: su ambientación y los temas que lo sustentan.
La historia se ambienta en la década de los cuarenta, una época marcada por la II Guerra Mundial. Al principio vemos la reticencia de Estados Unidos de involucrarse a esta, además nos muestra cómo les afecta para la importación de algunos productos y más tarde la moral decaída ante los que han partido a luchar. Un segundo punto tiene que ver con el teatro mismo, ya que conocemos los detalles sobre cómo funciona este y todo lo que se debe hacer para montar un espectáculo. Hay mucho detalle en torno a este proceso, y especialmente en lo que refiere a vestuario debido al trabajo que Vivian hace en el Lily, funcionando casi como una guía de moda.
Por otro lado, los temas vinculado al deseo femenino son poco tratados en los libros, sin embargo, Gilbert le trae al centro de éste para mostrar que a pesar de lo que la norma social dicte, se debe vivir de la manera que una quiera.
El libro en sí es la esencia de Vivian, con un tono ligero nos va detallando su vida en el Lily y las noches de fiesta junto a su amiga Celia hasta que un escándalo que la involucra pone en riesgo la última producción del teatro: Ciudad de mujeres.
Uno de los problemas que tiene esta historia es precisamente la forma en que Vivian sobrelleva algunas cosas. Por lo general se comporta de forma coherente con la manera de ver la vida, sin embargo, hay momentos en que cae en actitudes frívolas o incluso apelando a alguna experiencia traumática para justificar su regreso a casa, creo que sería mucho más consecuente si ella se mantuviera fiel a la forma en que ella es, en lugar de pretender volver a ser quien solía ser antes de llegar al Lily. Sus actitudes son banales y poco empáticas en lo que refiere a la guerra, hasta que le toca a ella vivirlo.
De la mano de estos puntos que generan ruido está el formato en el que se presentó el libro. Desde el inicio sabemos que una Vivian de noventa y tantos años está escribiendo una carta para responder el tipo de relación que tenía con el padre de la remitente. Sin embargo, a medida que pasan las páginas aquella pregunta queda relegada hasta el final cuando Vivian nos avisa que va a responder. Esta respuesta, por su parte, es demasiado corta y ni siquiera resulta de peso. Es una relación que llena las últimas páginas y que puede llegar a sentirse irreal
La verdad a menudo es aterradora. Una vez dejas entrar a la verdad en una habitación, es posible que esa habitación ya no vuelva a ser la misma.
Ciudad de mujeres es una novela sobre mujeres, aunque con una protagonista frívola y actitudes infantiles con la que cuesta empatizar hasta casi al final de la historia, pero que la autora recompensa a sus lectores con personajes variados que aportan con su propia historia, fortalezas y debilidades en una época en la que las reglas sociales se mantenían como un yugo sobre las mujeres.