De los comentarios que había recibido sobre esta cadena de restaurantes estadounidense que, hace un par de años ha aterrizado en territorio nacional, los más alentadores y que hicieron que me diera el tiempo de ir, fueron algo así como: “es una hamburguesa como las de la marca del payaso, pero con esteroides. Son gigantes”, y “podrían poner un local de Carl’s Jr en un hotel 5 estrellas y no desentonarían”, por poner un par de esos comentarios nomás.
O sea, buenas hamburguesas, buen servicio y buen ambiente.
Después de mi primera visita, casi que tenía lista en mi cabeza una súper buena recomendación de la experiencia vivida. Fue una visita que bordeaba la perfección en varios aspectos y que después pasaré a comentar pero, –sí, lamentablemente hay un “pero”- algo pasó.
Regresando un día de un paseo familiar con el natural y misterioso hambre que producen los días de arena y sol, el mar azul y el tedioso viaje de vuelta a la ciudad, decidimos hacer un pit stop en uno de los locales de Carl’s Jr que había en un mall de la zona poniente de la capital. Mi recomendación a los hambrientos ocupantes del auto no falló, pero sí noté en ellos una mirada inquisidora por algunos detalles que los comentamos en la mesa mientras devorábamos las burguers.
Primera experiencia
El local elegido estaba en la cosmopolita, bulliciosa y agitada zona de la ciudad conocida como Sanhattan. Así que entrar a un restaurante de comida rápida no tendría más que seguir la tendencia de cualquier día de trabajo, más de lo mismo y todo a velocidades de autopista.
Al entrar a este Carl’s Jr fue como una desconexión en todo sentido. La bulla pasó a ser solo el bullicio de los comensales; el calor atemporal, una agradable temperatura, y aunque todo ello llamaba a la calma, aquello solo fue de nuestra parte, porque la velocidad de atención y la llegada de nuestro pedido a la mesa fueron a semejanza de la zona que se encontraba hacia afuera de las puertas.
Es poco común ver un nivel de atención tan agradable como aquel, en un local fast food, y la preocupación por la experiencia en el lugar. Es demás conocido que estos locales son diseñados para no permanecer mucho tiempo dentro de ellos, pero este rompía en parte con ese propósito. Otro dato que sustenta esto último, es la posibilidad de rellenar tu bebida las veces que quieras, los varios enchufes con diferentes salidas y entradas para los dispositivos eléctricos que usamos en el día a día en las mesas, y el personal que, sin generar molestia, está pendiente de la comodidad e higiene en las mesas.
Si a todo ello le agregan unas hamburguesas de aquellas que uno se imagina cuando ve la publicidad de los varios restaurantes del rubro, como dije, esta experiencia bordea la perfección.
Segunda experiencia
Si aún no he comentado sobre la real protagonista de esta historia, o sea, la comida, es porque para mí no tiene gracia que esta no esté bien acompañada. Es como contratar a Neymar Jr para ponerlo a jugar en una cancha de tierra. Siempre la experiencia tiene que ser una combinación en varias dimensiones.
Así llegamos, -como había contado líneas arriba- a este mall de la zona poniente y la atención no dejó de tener esa característica de la “buena onda” en sus trabajadores, pero comencé a notar esos “peros” terribles que no hacen más que entristecer al desilusionado amor del verano.
Comprobé que es un sello de Carl’s Jr la buena atención al consumidor, pero la rapidez del primer local dejó en desventaja a una cierta lentitud del segundo. No tanto por la comparación como sí por el tiempo promedio en que debe de llegar el pedido a la mesa. Fue larga la espera.
No estaba esa persona que recorría el lugar supervisando la higiene de las mesas, la que también entregaba las infaltables salsas para acompañar las papas y que nos hicieron volver en repetidas ocasiones al mesón de pedidos. El local no estaba climatizado y aquello no hizo más que hacer notar nuestros soleados rostros mientras la temperatura iba subiendo. En conclusiones, salimos apenas terminamos la comida.
Una pena y un desencanto, no así en la comida.
El jugador experto: Carl’s Jr
El punto de equilibrio y que me dejó con un promedio de felicidad por sobre la media fue la comida. Y verán que aquí sí se cumple eso de la foto en comparación con la realidad. Es así. –golazo para Carl´s Jr-
Aquí les comparto mis hits del otoño para que le pongan play a alguna de mis recomendaciones.
Original:
Pan, tomate, lechuga, cebolla y una Black Angus de verdad. Aquí no necesitas pasar videos en los televisores del local con la producción real de las hamburguesas, para que los clientes crean en lo que comen. Es carne de verdad. La combinación es la millones de veces comprobada y preferida. Es la que usaba Pilón, el amigo de Popeye y yo le creo. Si te gusta ir por caminos seguros, toma esta ruta.
Guacamole Bacon:
La distancia entre Chile y México no son siete goles de diferencia ni el nombre de nuestro país que para ellos suena spicy. Hay más en común de lo que creemos y el amor por la palta dentro de un sándwich es un lugar de encuentro frecuente en el camino. La Guacamole Bacon le da en el gusto a este tipo de chileno que no puede no ver la palta en su pedido. Atención que lo de spicy va enserio.
Hawaiian Chicken:
Hay dos tipos de personas, las que comen piña con salado y las que no. Yo como “le voy al Necaxa” soy de las primeras y le acerté. Soy sincero, no me agradó mucho el pan integral de este sándwich, pero la combinación de piña asada a la parrilla con salsa teriyaki y un crujiente pollo, también asado, fue una fresca elección. La recomiendo para los buscadores de lo novedoso.
A fin de cuentas, sí, lo recomiendo, pues es bueno a pesar de los “peros”. Le pongo una estrellita sonriente a este novedoso concepto de comida rápida en nuestro país.